Pensar cómo habría sido el mundo si no se hubieran extinguido los dinosaurios resulta un tema que me planteo recurrentemente sobre todo por saber hasta dónde habrían llegado a evolucionar. ¿Habrían desarrollado conciencia? No lo sabemos, lo que si podemos predecir es qué habría sido del planeta sin nuestra influencia.
Investigadores de la Universidad de Aarhus (Dinamarca) acaban de presentar un mapa que muestra, de un vistazo, los efectos –muy perniciosos– del éxito evolutivo de la especie humana sobre un llamativo apartado de la biodiversidad mundial: los grandes mamíferos.
Estos expertos se han planteado qué ocurriría si elimináramos al ser humano en este grupo de animales y simulásemos su distribución atendiendo únicamente a factores como la ecología, la biogeografía y el medio ambiente y el resultado es que el mundo se parecería extraordinariamente al Serengueti.
Actualmente, el único lugar con una notable variedad de grandes mamíferos es África, pero si eliminamos al Homo sapiens de la ecuación, muchas regiones del planeta compartirían esa riqueza.
“Europa del Norte no es ni mucho menos el único lugar donde el impacto humano ha reducido la presencia de mamíferos”, señala el profesor Jens-Christian Sevenning, uno de los autores del trabajo. Por ejemplo, también podían organizarse safaris para ver animales similares al rinoceronte, la jirafa o el elefante en el actual estado de Texas o las tierras del norte de Argentina y el sur de Brasil.
Por lo tanto, la fauna del Serengeti o el Parque Nacional Kruger no ha proliferado debido a unas condiciones geográficas o climáticas excepcionales, sino más bien porque el ser humano no ha decidido o no ha podido más bien borrarlas del mapa todavía. La presión allí ha sido menor.
El factor Homo sapiens también explica en buena medida que exista una mayor abundancia de mamíferos en los hábitats montañosos, como ocurre en España con el oso pardo, expulsado de las tierras bajas y más pobladas.
El mayor depredador
Otro estudio reciente ha descubierto que los seres humanos cazan y matan a los grandes carnívoros terrestres –tales como osos, lobos y leones– en una proporción nueve veces mayor a la tasa en la que estos animales depredadores se matan unos a otros en la naturaleza.
Este otro estudio publicado en Science estableció que este comportamiento de depredación tan particular de los humanos puede tener impactos significativos en los ecosistemas ya que altera los fenotipos morfológicos y el recorrido vital de otras especies, modifica la capacidad reproductiva de sus poblaciones y transforma las interacciones ecológicas de las redes alimentarias hasta desvirtuarlas pues para ello es el único animal fuera del cine que no puede ser depredado de manera sistemática por ningún otro.
Y es que resulta evidente que la presencia de cualquier especie afecta al equilibrio de los biomas de manera inevitable; sin embargo, la excesiva influencia del ser humano en la diversidad debe llevar a una reflexión sobre la conservación de las especies actuales y estudios como el presente suponen un punto de partida muy importante de cara al trabajo para minimizar el impacto humano, intentando acercar los ecosistemas a una realidad más acorde con la naturaleza.
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