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La siniestra situación española
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La siniestra situación española

Por José Tomás Cruz
miércoles 03 de febrero de 2016, 00:44h

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Llamarle circo a lo sucedido el pasado día 13 en el Parlamento español, es una ofensa para los que tan dignamente trabajan en este espectáculo para niños y adultos, nada que ver con el chabacano show representado por los resentidos diputados podemitas.

En principio, nunca debió ser portada en ningún periódico. Con su actitud, vestimenta, gestos y palabras, no hicieron más que reflejar lo que son. Confundir democracia y respeto con la bufonada del miércoles es un sacrilegio. Una vez más se demuestra “quot natura non dat, Salmantica non praestat (lo que la naturaleza no da, Salamanca no presta). Está muy claro que nuestra regeneración política no llegara, hasta que previamente no se regenere el Parlamento, que es algo más que el torpe aliño indumentario de algunos, la desafortunada exhibición de un bebé o la presencia de una diputada de color

Al margen de esta breve crítica. El objeto del presente artículo, con la brevedad requerida, pasa por glosar la mediocridad de nuestros líderes del Gobierno y Oposición sobre sus cometidos. Concretamente y refiriéndonos al separatismo catalán, ya son muchas las ocasiones en las cuales Rajoy viene repitiendo que se actuará con el rigor requerido, pero lo triste es que todo queda en hueras palabras, prueba evidente de que hasta el mismísimo nuevo presidente de la Generalidad, Puigdemont, se permite la licencia sin el más mínimo recato, de marcar un plazo de 18 meses para la implantación de la primera República Independiente de Cataluña. Si el Jefe del Ejecutivo, en uno de sus soliloquios y sin la presencia de Arriola, analizase los desastrosos resultados obtenidos en las últimas elecciones generales del 20-D y meditase sobre los motivos, tendría que reconocer en un acto de humildad que gran parte de la culpa ha obedecido a su inacción, dejación, cobardía o como le quiera llamar. Esa y no otra es la realidad.

A nivel nacional, el acusar reiteradamente a Pedro Sánchez (PSOE) de “dejarse llevar por urgencias y ambiciones personales”, aunque le asista parte de razón, no es el camino. Como tampoco lo es el recordarle que debe mover ficha y renunciar a alternativas que no son viables ni coherentes. Pero claro, como da casualidad que los socialistas no son idiotas, saben perfectamente que ceder al pacto (PP-PSOE-Ciudadanos) ahora, supone no solo el no gobernar en los cuatro próximos años, sino que correrían el peligro de no tocar poder sine die.

De tanto insistir, ha provocado que tanto desde el PSOE como otras formaciones políticas, le insinúen que si en efecto está tan convencido de que la única solución para garantizar el futuro y la prosperidad de España es aceptar su pacto, ¿porqué no propone a Pedro Sánchez el nombre de otros candidatos de su partido? El mero hecho de tal oferta estaría demostrando que en su caso no existe el más mínimo atisbo de ambición personal, lo que permitiría aplicar todas esas reformas que tanto pretende y defiende. ¿Por qué no intentarlo, a modo de ejemplo, con los nombres de Soraya Sáenz de Santamaría o Alberto Núñez Feijoo?

Descendiendo a la realidad, lo que ocurre es que las citadas “urgencias personales” de las que el presidente en funciones tanto acusa al líder de la oposición, son exactamente las que él persigue denodadamente para poder acceder a esa segunda legislatura que le quita el sueño.

Rajoy, por activa y pasiva insta al PSOE al consenso para negociar un plan de Gobierno prometiendo el mar y los peces, propuesta que sobre el papel queda muy bien y los ciudadanos verían con buenos ojos, si bien todos conocen, comenzando por los dirigentes socialistas que lo que esconde, burdamente, es su incontenible deseo de reconocimiento, y por ende, de poder.

Atrévase y ceda don Mariano. Demuestre a los españoles su intenso amor patrio y dignidad de estadista. Sugiera algo presuntamente aceptable y de paso reconozca el daño que hizo con sus dudas y dejaciones; no se puede gobernar dilatándolo todo siempre para lograr su único objetivo, que repetimos, consiste en evitar pasar a la historia como “Mariano el Breve” que tanto le crispa. En sentido contrario, cediendo, posiblemente en lugar del calificativo de “Breve”, le otorgarían con todos los honores el de “Magnánimo”. Medite y razónelo con su familia e íntimos de verdad. Un buen retiro a su dulce Galicia no es ninguna tontería… Se lo dice un gallego que por circunstancias vive alejado de su tierra. ¡¡Hágame caso!!

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