Estilo y Salud | Miércoles 07 de octubre de 2020
La privilegiada climatología de la isla permite aún chapuzones postveraniegos y, sobre todo, disfrutar de la belleza salvaje de la isla sin prisas ni agobios, con absoluta tranquilidad; como si fuera (casi) solo nuestra.
Tan pequeña y manejable pero... ¡Tan grande en sensaciones! Esta hoja de ruta ayudará a descubrir todos sus rincones –incluidos los de interior, con bucólicos paisajes naturales en los que nunca habíamos reparado– durante cinco intensos e inolvidables días. ¿Preparados para perderos en ella... y reencontraros con vosotros mismos?
1º día: De La Savina a Cap de Barbaria. La Savina es la única puerta de entrada, y además marítima, a la isla. El lugar ideal para acudir a la Oficina de Turismo en busca de información y para alquilar un coche o, sobre todo, una bicicleta. A solo 3,3 kms está Sant Francesc, la capital, con su coqueto conjunto histórico, su iglesia y el Museo Etnográfico. Por la tarde, tras el almuerzo, no estaría nada mal relajar el cuerpo en Cala Saona, arropada por sus rojizos acantilados bajos y –por qué no–, leyendo un buen libro. Y para rematar la jornada inicial, nada mejor que enamorarse con la puesta de sol en el mejor lugar de la isla: los acantilados y el faro del Cap de Barbaría, inmortalizados en ‘Lucia y el sexo’¿Recordáis?
2º día: Estany Pudent, Ruta Birding y Ses Illetes. La jornada puede arrancar con un recorrido matinal por una de las 32 rutas verdes de la isla; en concreto la nº 2. Transcurre en gran parte por el Estany Pudent, espacio que concentra la mayor biodiversidad. Allí os encontraréis también con el Camí des Brolls, que este año ha estrenado un Itinerario Ornitológico de 4,3 kms., con 8 paneles informativos. ¡Silencio, cantan los pájaros! Y por la tarde, seguimos haciendo turismo activo por la ruta 1. Son unos 3,4 kms, de La Savina a Ses Illetes pasando por Ses Salines, donde admirar este fantástico parque natural que es Patrimonio de la Humanidad. La bellísima Cavall d’en Borràs es la antesala de Ses Illetes, siempre entre las playas top del mundo. Y si os animáis a seguir por la lengua de arena de Es Trucadors llegaréis al final de la isla, con espectaculares vistas del islote de s’Espalmador. Una velada en la bohemia Sant Ferran puede poner guinda a la jornada.
3º día: De Es Caló a La Mola. El epicentro de esta escapada otoñal lo iniciamos en un coqueto pueblo de pescadores, Es Caló de Sant Agustí, que conserva la fotogenia de su puerto y sus varaderos de madera, declarados Lugar de Interés Cultural en 2002. A su lado, Ses Platgetes, tres pequeños arenales, son ideales para tomar el sol y dar un chapuzón antes de saborear un buen pescado típico de la isla. Tras la digestión, la ruta verde 25 lleva hasta el Pilar de la Mola por el histórico camino de Sa Pujada, con maravillosas vistas panorámicas. Allí está también una de las dos únicas bodegas de la isla, Terramoll, ideal para saborear los vinos ecológicos que allí se producen. El Pilar de la Mola destaca por su iglesia, por el Molí Vell y, sobre todo, por su mercadillo artesanal de los miércoles y domingos, el más conocido de la isla. Y como broche, una visita al otro faro de la isla, el de la Mola, que inspiró a Julio Verne en una de sus novelas de aventuras: ‘Héctor Servadac’.
4º día: Es Pujols y la zona norte. Si os gustan los deportes acuáticos, el lugar ideal para practicarlos es esta localidad. Kayak, vela, windsurf... o un paseo en catamarán para admirar Formentera desde el mar. Por la tarde, la ruta verde nº 19 os permitirá un poco de ejercicio terrestre desde allí hasta Ses Illetes, pasando por Sa Roqueta, antes de regresar a Es Pujols y seguir disfrutar de la gastronomía de proximidad de la isla, auténtico ‘Slow food’.
5º día: Es Migjorn, el sur también existe. Si el norte de Formentera cautiva... ¡Qué decir del sur! La última jornada de este periplo por la menor de las Pitiusas puede dedicarse a disfrutar de los 5 kms de paradisíacas playas de Migjorn, con gran variedad de paisaje y aguas cristalinas en las que admirar ese cautivador ‘azul Formentera’ único en el mundo. Sentarse en la arena con los pies descalzos y la mirada perdida en el horizonte mediterráneo es reencontrarse con uno mismo. ¿Lo habéis conseguido?
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