La reducción de alrededor del 60% del tráfico rodado en Madrid y Barcelona ha provocado el desplome también de sus niveles de contaminación: los valores medios de dióxido de nitrógeno apenas han alcanzado esta semana el 40% del límite fijado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Unión Europea (UE).
Para Greenpeace, las circunstancias excepcionales en las que ha inmerso al mundo la crisis del COVID-19 pueden servir de aprendizaje para reducir las miles de muertes que la mala calidad del aire provoca cada año.
“Es evidente que bastan unos días sin tráfico para despejar la atmósfera. De una situación tan difícil como la que estamos viviendo deberíamos extraer una lección: no deberíamos vacilar a la hora de tomar medidas contundentes siempre que se ponga en riesgo la salud de las personas”, ha destacado Adrián Fernández, responsable de la campaña de Movilidad de Greenpeace.
En concreto, desde que el martes 10 de marzo comenzasen las primeras medidas de contención, como el teletrabajo o la suspensión de clases, los niveles de NO2 en Madrid* han bajado día tras día. Una reducción que se hizo patente a partir de la aplicación del estado de alarma el sábado 14, medida que limitaba drásticamente el uso del vehículo particular. Desde entonces la media de la red apenas llega al 40% del límite legal de 40 mcg/m3, un umbral que Madrid ha incumplido cada año desde que en 2010 entrase en vigor la normativa europea.
También en Barcelona* la contaminación ha bajado de forma muy similar. Desde la activación de la alerta el 14 de marzo los niveles de NO2 se han desplomado cumpliendo con creces el valor límite, que en 2019, por ejemplo, se incumplió en las estaciones más cercanas a lugares de elevado tránsito, como Eixample o Gràcia-Sant Gervasi.
“Estos registros confirman que el automóvil es el principal contaminante en las ciudades españolas. La bajada sin precedentes del tráfico por carretera ha permitido reducir la contaminación en cuestión de horas, a pesar de que otras fuentes como las calefacciones de los hogares y el transporte público han seguido funcionando. Un descenso ayudado por la meteorología del pasado lunes, que ha permitido eliminar la ‘boina’ casi perenne que cubre ambas ciudades”, ha señalado Fernández.
Medidas para el futuro
Este descenso de la contaminación no es una sorpresa a la vista de lo sucedido en China hace dos meses. En el país origen de la crisis del COVID-19 las emisiones de NO2 vivieron una reducción sin precedentes a raíz de las restricciones de tráfico, un efecto que primero fue visible en Wuhan, epicentro del coronavirus, pero que después se extendió a todo el conjunto del país asiático.
No obstante, Greenpeace resalta que la prioridad indiscutible en este momento ha de ser la lucha contra la pandemia y anima a las administraciones a que, tras el estado de alerta, analicen las consecuencias derivadas de unas circunstancias excepcionales, como es la mejora de la calidad del aire. De esta forma, podrán tomarse las medidas necesarias para garantizar que no se vuelvan a incumplir los niveles máximos de contaminación fijados por la OMS una vez superada la crisis.
El pasado mes de febrero, Greenpeace estimó que 4,5 millones de personas fallecían cada año por la contaminación del carbón, el petróleo y el gas en todo el mundo y denunció que las sustancias procedentes de la quema de combustibles fósiles (micropartículas, óxidos de azufre y de nitrógeno) suponen unos costes sanitarios de 21.751 millones de euros solo en España, equivalente al 1,68% de nuestro PIB.