Esos cuatro senadores socialistas prestados a los independentistas catalanes para que formen grupo propio, con subvenciones adecuadas, claro, porque a lo mejor de eso se trata, de trincar algunos milloncejos a cuenta de los gastos del fraudulento grupo, es un acto vergonzoso de difícil digestión. Y muchos españoles se avergonzarán, durante mucho tiempo, de que sus políticos consideren normal tamaño engaño.
Todos los días nos presentan noticias de que la justicia persigue los llamados matrimonios de conveniencia. Esos que organizan las mafias de inmigración para legalizar a extranjeros. Auténticas bodas de conveniencia, que no de hecho, que una vez descubiertos se anulan de inmediato.
Como se deberían anular esos grupos que se forman sin tener el número mínimo de parlamentarios y que gracias a matrimonios de conveniencia, realizados con luz y taquígrafos y sólo durante horas, hasta que se formaliza el grupo y luego se devuelven.
Que nos digan ahora que esa "cortesía parlamentaria" sea habitual no quita ni un ápice de olor a fraude. Pero, claro, como quienes hacen trampas son precisamente quienes legislan, pues a callar toca. Pero cada vez es más evidente que esas prácticas no son tan éticas como nos quieren hacer creer.
No todo vale en política, es la frase recordada por Andrea Levy a un Pedro Sánchez que ha permitido que Esquerra Republicana y Democràcia i Libertat, dos partidos que se declaran abiertamente secesionistas, rupturistas con España, tengan grupo parlamentario en el Senado y así obtengan las subvenciones correspondientes.
Pues eso, Pedro Sánchez, no todo vale para llegar a la Moncloa.
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