No obstante, al nuevo rector le espera un trabajo arduo si quiere devolver a esta Corporación académica el lustre perdido en estos años.
Basta un recorrido por la Avenida de la Complutense, para apreciar su decadencia. Barreras rotas, cercas de hierro retorcidas; pintadas en todos los edificios, suelos sembrados de papeles, botellas de plásticos, envoltorios de chocolatinas y bocadillos… una imagen de dejadez, de abandono, impropia de lo que, en abstracto, entendemos que es o debe ser una Universidad.
El nuevo recto tendrá que resolver los problemas heredados de su antecesor: Restos humanos en los sótanos de la Facultad de Medicina, botellones (que el rector José Carrillo justificó por el hecho de que en otras partes están prohibidos), abandono y suciedad; pintadas; un considerable grado de politización en el alumnado; algunas facultades convertidas en laboratorios de la izquierda para la puesta en escena de una política que corroe los pilares sociales, ajena al ámbito docente que debería presidirlas;El caso Monedero; barricadas y furgones policiales alguna que otra vez. En suma, la imagen de una universidad entregada al caos.
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