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El COVID-19 puede permanecer en los espermatozoides hasta 110 días

Pablo del Caso | Viernes 07 de junio de 2024
Este descubrimiento constituye una alerta sobre sus posibles implicaciones en la concepción natural y fundamentalmente en la reproducción asistida.

Científicos de la Universidad de São Paulo (USP), en Brasil, demostraron por primera vez que el virus SARS-CoV-2 puede estar presente en los espermatozoides de pacientes hasta 90 días después del alta hospitalaria y hasta 110 días después de que se concreta la infección inicial, menguando así la calidad del semen. Los resultados de esta investigación, publicados en la revista Andrology, advierten sobre la necesidad de contemplar un período de “cuarentena” luego de la enfermedad entre quienes pretenden tener hijos.

Más de cuatro años después del comienzo de la pandemia de COVID-19, ya se sabe que el nuevo coronavirus es capaz de invadir y destruir una serie de células y tejidos humanos, entre ellos los del sistema reproductor, y los testículos funcionan como “puerta de entrada”. Si bien en diversos estudios ya se había observado su mayor agresividad en el tracto genital masculino en comparación con otros virus, e incluso se había detectado para presencia del SARS-CoV-2 en las gónadas masculinas durante autopsias, raramente se detecta al patógeno en los análisis de PCR (el test molecular que detecta el material genético vírico) del semen humano.

Para llenar esta laguna de conocimiento científico, en el estudio al que se hace aquí referencia, financiado por la FAPESP, se echó mano de las tecnologías de PCR en tiempo real para la detección de ARN y de la microscopía electrónica de transmisión (TEM) para analizar los espermatozoides eyaculados por varones convalecientes del COVID-19.

Se estudiaron muestras de semen de 13 pacientes infectados que habían desarrollado el COVID-19 en sus formas leve, moderada y grave y que fueron atendidos en el Hospital de Clínicas de la Facultad de Medicina de la USP (HC-FM-USP), con edades entre los 21 y los 50 años, durante un lapso de hasta 90 días después del alta y de 110 días tras su diagnóstico. Pese a que todos testearon negativo para la presencia del SARS-CoV-2 en el test de PCR del semen, se detectó la presencia del virus en los espermatozoides de ocho de los 11 (un 72,7 %) pacientes con la enfermedad entre moderada y grave una vez pasados hasta 90 días del alta hospitalaria, lo cual, según los autores, no quiere decir que no permanezca presente durante más tiempo.

Se detectó también la presencia del SARS-CoV-2 en uno de los dos pacientes con COVID-19 leve. De este modo, entre los 13 infectados, en nueve (un 69,2 %) se registró el SARS-CoV-2 en forma intracelular en los espermatozoides que eyacularon. Otros dos pacientes exhibieron desarreglos ultraestructurales en los gametos similares a los que se observaron en los pacientes a quienes se les diagnosticó la presencia del virus. Por ende, los investigadores consideran que en total fueron 11 los participantes con presencia vírica dentro de los gametos masculinos.

“Es más, observamos que los espermatozoides fabrican ‘trampas extracelulares’ basadas en ADN nuclear, es decir que el material genético existente en el núcleo se descondensa, las membranas celulares de los espermatozoides se rompen y el ADN es expulsado al ambiente extracelular, formando redes similares a las descritas anteriormente en la respuesta inflamatoria sistémica al SARS-CoV-2”, informa Jorge Hallak, docente de la FM-USP y coordinador del estudio.

Hallak hace referencia a un mecanismo inmunológico conocido como NET [trampa extracelular de neutrófilos, por sus siglas en inglés] que, tal como su nombre lo sugiere, es una estrategia de defensa que emplean fundamentalmente los neutrófilos, leucocitos con capacidad para fagocitar bacterias, hongos y virus que integran la primera línea del sistema inmunitario. Cuando se activa este mecanismo, los neutrófilos arrojan “redes” al medio extracelular a los efectos de aislar, capturar, neutralizar y matar a los agentes invasores. Con todo, las NET también son perjudiciales para otros tejidos del organismo cuando se encuentran hiperactivas.

Los resultados de la microscopía electrónica revelaron que los espermatozoides producen trampas extracelulares basadas en ADN nuclear para neutralizar al agente agresor y se “suicidan” durante el proceso. Es decir, las células se “sacrifican” para contener al patógeno, un mecanismo conocido en inglés como suicidal Etosis-like response.

“Esta descripción, inédita en la literatura, que indica que los espermatozoides actúan como parte del sistema innato de defensa contra los invasores, le confiere a este estudio una gran importancia. Puede considerárselo como un quiebre de paradigma en la ciencia”, sostiene Hallak.

Hasta ahora, según explica el investigador, eran cuatro las funciones conocidas de los espermatozoides: transportar el contenido genético desde los gametos masculinos hacia las cercanías del gameto femenino, fertilizar al gameto femenino, promover el desarrollo embrionario adecuado y crítico hasta la 12ª semana de gestación y ser codeterminante en el desarrollo de diversas enfermedades crónicas durante la fase adulta, tales como infertilidad, hipogonadismo, diabetes, hipertensión, algunos tipos de cáncer y enfermedades cardiovasculares, entre otras.

Ahora, con este descubrimiento, se le ha agregado una nueva función a esta lista, aparte de la reproductora.
“Las posibles implicaciones de nuestros descubrimientos en lo concerniente al uso de espermatozoides en las técnicas de reproducción asistida deben tenerse en cuenta urgentemente y han de abordarlas tanto los médicos y como los organismos reguladores, particularmente en cuanto a la técnica utilizada en más del 90 % de los casos de infertilidad conyugal en Brasil, en los laboratorios de micromanipulación de gametos, que es la inyección de un solo espermatozoide dentro del óvulo, un método conocido como ICSI [del inglés intracytoplasmatic sperm injection]”, advierte Hallak, quien aboga por la postergación de la concepción natural, y particularmente de las técnicas de reproducción asistida durante al menos seis meses tras la infección con COVID-19, incluso en los casos leves.

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