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Alteraciones moleculares en el cerebro y en la sangre de personas que se suicidaron

Virginia González | Martes 02 de abril de 2024
Estos hallazgos, publicados en la revista Psychiatry Research, pueden hacer un importante aporte a la comprensión de los trastornos implicados y a la prevención de los desenlaces fatales.

En un artículo publicado en la revista Psychiatry Research, investigadores brasileños describen un conjunto de alteraciones moleculares existentes en el cerebro y en la sangre de personas que se suicidaron. Según los autores, el objetivo fue identificar factores de susceptibilidad y potenciales blancos terapéuticos.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 700 mil personas mueren anualmente en el mundo debido a suicidios. Entre los jóvenes, una categorización que abarca a la franja etaria que va desde los 15 años hasta los 29 años, el impacto del suicidio es particularmente alarmante: representa la cuarta causa de muerte. Estos datos, del año 2019, se recabaron en la última edición del Global Burden of Disease (GBD), un estudio epidemiológico que reúne a más de 200 países y suministra un cuadro abarcador de las principales causas de mortalidad e incapacidad global.

Diversos factores de riesgo están asociados al suicidio, incluidos el historial familiar, los rasgos de personalidad, las condiciones socioeconómicas, la exposición a ideas nocivas en los medios sociales y la existencia de trastornos psiquiátricos, especialmente la depresión y el trastorno bipolar. “Con todo, pese al enorme impacto psicológico, social y económico que generan las muertes por suicidios, la detección del riesgo se concreta únicamente con base en las entrevistas clínicas. Los mecanismos neurobiológicos asociados a las alteraciones conductuales han sido hasta ahora poco dilucidados. Y este fue el foco de nuestro estudio”, comenta la neurocientífica Manuella Kaster, docente de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC) y coordinadora de la investigación junto a Daniel Martins-de-Souza, docente de la Universidad de Campinas (Unicamp).

Según Kaster, el grupo revisó y reanalizó una gran cantidad de datos disponibles en la literatura y referentes a las alteraciones moleculares halladas en el cerebro y en la sangre de individuos que cometieron suicidio. “El uso de herramientas tales como la transcriptómica, la proteómica y la metabolómica hizo posible la evaluación simultánea y comparativa de los genes, las proteínas y los metabolitos existentes en las muestras. Y verificamos que, en condiciones complejas como el suicidio, estos análisis muestran un gran potencial, toda vez que pueden suministrar la base para la identificación de los factores de susceptibilidad, aparte de potenciales blancos terapéuticos”, añade Martins-de-Souza.

Dicho de manera simplificada, las alteraciones moleculares pueden interpretarse como “marcadores de riesgo” y suministrar nuevas pistas en el ámbito de la neurobiología, para constituir de este modo un importante apoyo a la información recabada en el marco de las entrevistas clínicas. “Un dato notable observado en distintos estudios consiste en que muchos individuos se acercan a los servicios de salud el año anterior al intento de suicidio o al suicidio. Pero debido a las dificultades en la detección del riesgo, no reciben la atención que podría evitar este desenlace”, afirma Kaster.

Caibe Alves Pereira, doctorando de la UFSC dirigido por Kaster y autor principal del artículo, reunió 17 estudios con informaciones sobre alteraciones cerebrales que aparecen en la expresión de genes y proteínas de individuos que se suicidaron al comparárselas con los datos de personas con otras causas de muerte. La corteza prefrontal fue el área cerebral más analizada. “Esa región del cerebro exhibe una gran conexión con los centros de control emocional y de control de los impulsos. Es fundamental en los procesos de flexibilidad conductual y de toma de decisiones. Las alteraciones en su estructura o en su función pueden ser sumamente relevantes en el contexto de la conducta suicida”, subraya Kaster.

Tal información es especialmente relevante en el caso de los jóvenes, pues la corteza prefrontal es una de las últimas áreas del cerebro que madura. Las alteraciones en los mecanismos de plasticidad de la corteza prefrontal, bajo el efecto de los distintos factores de riesgo (sociales, culturales, psicológicos etc.), pueden tener un impacto significativo en el control emocional y conductual en las personas jóvenes.

En el estudio al que aquí se hace referencia, se combinaron los datos de los diferentes trabajos. Y mediante el empleo de un algoritmo desarrollado por Guilherme Reis-de-Oliveira, doctorando de la Unicamp dirigido por Martins-de-Souza y participante en la elaboración del artículo, fue posible identificar algunos mecanismos biológicos y vías comunes asociados al suicidio. Las alteraciones en sistemas de neurotransmisores, especialmente de los neurotransmisores inhibitorios, aparecieron como las principales modificaciones observadas. “Las alteraciones moleculares quedaron principalmente asociadas con las células gliales, como los astrocitos y las microglías, que exhiben una interacción cercana y dinámica con las neuronas y son fundamentales en el control de la comunicación celular, en el metabolismo y en la plasticidad”, comenta Martins-de-Souza.

Según el investigador, el análisis de los datos indicó también alteraciones en algunos factores de transcripción, las moléculas responsables de la regulación de la expresión de diversos genes. “Entre ellos, el factor de transcripción CREB1 ya ha sido ampliamente explorado por sus efectos sobre la neuroplasticidad y por constituir un blanco importante en el efecto de los fármacos antidepresivos. Con todo, los factores de transcripción MBNL1, U2AF y ZEB2, asociados al procesamiento de moléculas de ARN, a la formación de conexiones corticales y a la gliogénesis, nunca se estudiaron en el contexto de la depresión y el suicidio”, detalla.

Y Kaster culmina diciendo: “Al suicidio debe tomárselo en serio en todo momento, desde la ideación suicida hasta su ejecución. Sabemos que las muertes por suicidio son más prevalentes entre las personas del sexo masculino, mientras que los intentos son más prevalentes entre las personas del sexo femenino. Pero esto se debe al potencial de letalidad y agresividad de los medios utilizados y a las diferencias existentes en los aspectos conductuales. El suicidio es una causa de muerte evitable mediante intervenciones oportunas. Y ésta es la principal motivación de nuestro estudio. Es necesario disminuir el estigma y entender en forma amplia y profunda los distintos aspectos biológicos, sociales y culturales implicados en las alteraciones de comportamiento”. La investigación contó con el apoyo de la FAPESP en el marco tres proyectos (17/25588-1, 18/01410-1 y 19/25957-2).

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