En estos tiempos que corren y en donde parece ser que la promiscuidad está a la orden del día, hemos hallado la prueba de que ser promiscuo no es bueno, al menos en lo que a crear nuevas especies se refiere.
Y es que, según un estudio realizado por un equipo internacional de 11 investigadores dirigido por el Centro Milner para la Evolución de la Universidad de Bath (Reino Unido), la promiscuidad confunde el acervo genético y diluye las diferencias de genes entre las poblaciones, lo que frena la evolución de nuevas especies.
La teoría de la evolución de Darwin mostró que las nuevas especies evolucionan cuando la selección natural favorece a los individuos con características particulares, permitiéndoles sobrevivir, reproducirse y transmitir sus genes con más éxito que sus pares lo que permite que con el paso de mucho tiempo, un grupo de individuos pueda evolucionar para adaptarse a su entorno local y formar una nueva especie que ya no pueda reproducirse con la original.
Anteriormente se pensaba que la selección sexual, cuando un individuo prefiere aparearse con otros con características específicas, impulsaba la formación de nuevas especies. Uno de estos procesos es la selección descontrolada de Fischer, un mecanismo mediante el cual rasgos arbitrarios como plumas destacadas o cantos sofisticados atraen la atención de la hembra y, por lo tanto, mejoran el éxito de apareamiento. Entonces, debido a las variaciones locales en las preferencias femeninas, las poblaciones cercanas pueden diferenciarse rápidamente y con el tiempo evolucionar hacia nuevas especies.
Sin embargo, una nueva investigación sobre aves, publicada en la revista académica 'Evolution', revierte la sabiduría convencional y sugiere que la promiscuidad en realidad no acelera la evolución sino que más bien la ralentiza. Un equipo de investigadores de las universidades de Bath y de Cardiff (Reino Unido), y del Instituto Max Planck de Ornitología (Alemania) analizó la estructura genética de las poblaciones de aves playeras para rastrear cómo habían evolucionado con el tiempo.
Polígamas contra monógamas
El equipo encontró que las especies de aves polígamas, que crían con varios compañeros durante una estación, son menos diversas genéticamente dentro de la especie en comparación con las especies monógamas, que sólo se aparean con un compañero por temporada. Esto contradice las teorías contemporáneas que predicen una rápida diversificación y, por tanto, mayores diferencias genéticas entre las poblaciones de aves polígamas.
Josie D'Urban Jackson, primera autora del estudio, apunta que "debido a la presión para encontrar más de un compañero, las aves playeras polígamas buscan grandes áreas y, por lo tanto, extienden sus genes" con lo que “efectivamente, confunden el acervo genético diluyendo cualquier diferencia genética entre lugares geográficamente distantes, de modo que las poblaciones son menos propensas a diversificarse en nuevas especies con el tiempo", añade.
Lo contrario ocurre con las monógamas que “sólo tienen que encontrar un compañero para emparejarse en cada estación y tienden a regresar a los mismos criaderos con el tiempo", de manera que "pueden adaptarse gradualmente a su entorno local, lo que incrementa la probabilidad de que formen nuevas especies".
"Estamos muy entusiasmados con estos hallazgos, ya que esta teoría derriba completamente la sabiduría convencional", apunta Tamás Székeley, del Centro Milner para la Evolución de la Universidad de Bath, quien añade: "Se podría pensar que los pájaros eligen a los compañeros arbitrariamente si son promiscuos, pero la mayoría de los individuos prefieren un tipo concreto, al igual que algunos humanos pueden preferir el pelo rubio u oscuro en una pareja".
Székeley apunta que este estudio coincide con otros anteriores de que las aves poligámicas a veces viajan cientos de kilómetros para encontrar una pareja adecuada. "Por ejemplo, en Madagascar encontramos que los chorlitos polígamos eran similares en toda la isla, mientras que los chorlitos monógamos tienen una composición genética distinta entre lugares cercanos, mostrando así el mismo patrón que nuestro estudio a gran escala acaba de confirmar", concluye.
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