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El Rey Felipe busca una figura de consenso
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El Rey Felipe busca una figura de consenso

Por J. M. Martínez de Haro
miércoles 03 de febrero de 2016, 00:44h

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Como era previsible, las conversaciones de Mariano Rajoy para lograr un acuerdo de investidura parecen abocadas al fracaso. Quedaría así el PP alejado de formar Gobierno y Pedro Sánchez más cerca de liderar una coalición de izquierda.

Ante este escenario se abre paso la idea de una “solución extraordinaria”: que el Rey Felipe proponga una figura de consenso, un independiente de reconocido prestigio, capaz de aglutinar una mayoría de gobierno integrada por PP, PSOE y Ciudadanos. Sería reeditar lo que en su momento fueron los Pactos de la Moncloa que permitieron a España salir de la crisis económica tras el franquismo.

El PSOE se encuentra ante un difícil dilema como consecuencia de sus malos resultados electorales y las luchas internas que cuestionan el liderazgo de Pedro Sánchez. En estas circunstancias, el Partido Socialista vuelve a convertirse en decisivo para la estabilidad institucional y política de España.

Por vez primera el bipartidismo no se muestra capaz de controlar la situación política creada tras las elecciones. Menos aún de trasladar a la sociedad la sensación de normalidad que requiere la actual situación de la economía y los importantes retos necesitados de urgente solución mediante pactos capaces de avanzar en las reformas institucionales incluida la Constitución de 1978.

Urge que los políticos afronten su responsabilidad por encima de los intereses partidistas y las prebendas personales. Singularmente los grandes partidos, PP y PSOE, no pueden eludir sus muchos errores y titubeos ante la corrupción que ha llevado al desprestigio de la política.

En este escenario, resulta incomprensible la terquedad de Pedro Sánchez cabalgando en arriesgada huida hacia delante. Lejos de atender las voces socialistas de mayor peso, que decididamente apuestan por la responsabilidad institucional del partido, Sánchez ha viajado a Lisboa para conocer de primera mano la coalición de izquierdas liderada por el socialista Antonio Costa que ha logrado una mayoría con la participación del Partido Comunista y del Bloque de Izquierdas desbancado el gobierno de centro derecha sustentado en el partido que ganó las elecciones en Portugal.

Desde Lisboa ha declarado su intención de “articular una gran coalición de fuerzas progresistas para liderar el cambio que necesita España”. Con esta decisión, Pedro Sánchez se adentra en un laberinto político que puede acabar con sus aspiraciones al tiempo que abrir en el socialismo español una división de imprevisibles consecuencias.

La inquietud ha calado en la opinión pública que percibe la imposibilidad de que renazca aquel espíritu que en la Transición hizo posible una España distinta y mejor. La generosidad, la prudencia y el sentido de responsabilidad de todos los partidos políticos lo hicieron posible. Pero aquellas virtudes públicas hoy brillan por su ausencia y la actual clase política ha llegado a un degradante grado de ineptitud, egoísmo y avaricia reflejado en todas las encuestas.

Nadie parece llamado al sacrificio personal por el interés general de los españoles. Ni el Sr. Rajoy, ni el Sr. Sánchez son imprescindibles, ni ayudan a solucionar esta difícil situación.

Por el contrario, el Sr. Sánchez se ha envalentonado tras su visita a Portugal y su oferta de un pacto a Podemos. Lo cierto es que el dirigente socialista trata de ignorar que las circunstancias de la coalición portuguesa no se asemejan a la que él propone en España. Ningún partido de izquierdas amenaza la unidad de Portugal. Ni propone salir de la UE, ni pretende una revisión revolucionaria de las Instituciones, incluida la Constitución.

El Sr. Sánchez elude mencionar que en Portugal esa coalición de izquierdas reúne mayoría parlamentaria, en tanto que en España, PSOE y Podemos no lograrían mayoría, ni siquiera con los cuatro grupos afines de ultra izquierda. Por ello necesitaría, además, el apoyo de otros grupos radicales separatistas, ERC entre ellos.

Un mosaico de imposible gobernabilidad que, en todo caso, se encontraría enfrentado a la mayoría absoluta del PP en el Senado lo que haría inviable cualquier iniciativa legislativa de esa Coalición que propone Pedro Sánchez.

En los círculos políticos se abre paso en los últimos días una posible “solución extraordinaria” para no vernos abocados a unas nuevas elecciones en abril o mayo. Que el Rey Felipe proponga una figura de consenso, se habla de Felipe González o una personalidad independiente de prestigio reconocido,capaz de aglutinar una mayoría de gobierno integrada por PP, PSOE y Ciudadanos.

Sería reeditar lo que en su momento fueron los Pactos de la Moncloa que permitieron a España salir de la crisis económica tras el franquismo. Pero Rajoy no es equiparable a Adolfo Suárez, ni Sánchez a Felipe González.

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